Al habla Lorena:
Con un pequeño contratiempo de hora, el “vivac-team” se dispone a conducir hasta el bonito puente en que se comentaron las porlaciones, cerca de la gélida campa en que nadie acampa. Una vez allí, Carla insiste en que no quiere llevar el neopreno, ya que “no hay tanto agua”. Al final, y tras el sabio consejo de Bruno, los 4 componentes del grupo ataviados con nuestros neoprenos nos acercamos caminando hasta la valla de la boca del Trifón. ¡Se huelen las ansias por entrar!
Vamos entrando con nuestros botes estancos y desayunamos ricos insectos y arañas varias. Hay que reconocer que la entrada es un poco desgastante, si te resistes… Una vez consigues recorrer el pasillo de agua entre contraposiciones de brazos, culo, cadera, pies, dientes y lo que puedas, llegas a la Sala de los Mosquitos, donde hay que abandonar los botes estancos grandes porque un mínimo saliente de roca no permite que quepan.
Al continuar con la travesía, en cierto punto Bruno recuerda que se puede acceder al bote abandonado. Vamos con éxito en su busca por un atajo y continuamos por el Trifón entre agua y más agua. Pasamos las piscinas, no climatizadas, y llegamos a la parte sucia del lugar, barro por doquiera que mires y toques. ¡¡NO hay que resistirse!! Por fin, llegamos a la zona de montaje del vivac..
Allí desplegamos ordenadamente y siguiendo las órdenes de Bruno los bártulos. Hacemos con el taladro agujeros para las cuerdas sobre las que montamos las sábanas de plástico, tensando y sujetándolas al suelo. Por último montamos un tendedero y comemos lo que Carla nos ha preparado. Hacemos inventario de lo que dejamos… ¡¡IMPORTANTE!!, unas fotos para inmortalizar el primer vivac de Elena y Lorena y nos disponemos a salir, ahora mucho menos cargados y ligeros, aunque igual de mojados.
Una vez fuera del Trifón, comentamos lo chula que ha sido la experiencia y lo completa que es la cueva… ¡¡ Volveremos!!