Participantes: Carla, Marina, Bruno, Rolo, Su, Rodro y Jorge (Narrador)
Sábado 21 de Enero de 2017
Después de las últimas nevadas y lluvias y tras observar hace una semana el comportamiento de los niveles freáticos en la hoya, nos decidimos de nuevo a visitarla. Aunque presuponemos que El Trifón se encontrará en niveles altos y, por lo tanto, sifonado, nos hemos propuesto navegar hasta el fondo de la surgencia de Arenas para ver qué aspecto presenta su interior cuando esta está cargada. Para ello, nos hemos hecho con dos botes hinchables, cuerda, trajes de neopreno, etc…
Nos juntamos a eso de las 12:30 en la boca del Trifón, Bruno, Carla, Marina y Jorge.
La primera sorpresa. El Trifón ha vuelto a sus niveles normales. Las marcas de nivel de la semana pasada se encuentran, completamente secas y en torno a 1 m por encima del agua. Hay marcas en la rampa de acceso que muestran que el caudal ha salido por la boca del túnel y ha lavado los bloques y el escombro por encima de la surgencia. Algunos agujeros entre los bloques se han lavado.

Ya cargados con todos los bártulos, remontamos el cauce por el sendero. Se trata de un cauce epikárstico, con continuos diques de travertino y aguas cristalinas y frías, aumentando ligeramente la turbidez a medida que se remonta el cauce. La primera parte del sendero discurre por el fondo de un desfiladero que recuerda un poco al vecino desfiladero de las Palancas. Aguas arriba, el cauce gira ligeramente y, superada una cascada con una toba de gran belleza, el paisaje cambia totalmente y pasamos a una especie de soto con vegetación de ribera, en el que el río discurre por una llanura bastante frondosa. En esta zona se manifiesta un cambio en la naturaleza del cauce: las aguas son ligeramente más turbias, la vegetación es diferente y las estructuras de precipitación han desaparecido casi por completo.

(1) Diques característicos de travertinos formados por precipitación de los carbonatos disueltos de la roca madre en el interior del acuífero. Esta precipitación se debe a la variación de las condiciones ambientales, respecto al estado del agua en el acuífero (generalmente reducción de la presión, pérdida de CO2 por la actividad vegetal y de algas, y en menor medida al incremento de temperatura). Los bicarbonatos disueltos se transforman en carbonatos, que son insolubles y terminan por precipitar sobre plantas, musgos, rocas o cualquier otra base a la que puedan adherirse.

(2) En esta zona, muy próxima a la surgencia no se ha producido todavía la saturación del agua en bicarbonatos, porque las condiciones o el tiempo transcurrido desde su salida no lo han permitido. Por un lado la escasa distancia a la surgencia y la mayor pendiente hacen que el tiempo de permanencia del agua en esta zona sea mas bajo. Por otro lado la mayor velocidad de la corriente, además de impedir la fijación de los sedimentos, dificultan el desarrollo de comunidades fotosintéticas (algas y plantas en el cauce) que fijarían el CO2 y provocarían el aumento de la precipitación.
Remontamos los últimos metros del cauce hasta la surgencia, que presenta un aspecto muy similar al de la semana pasada. El agua parece calma, solo rompe la superficie alguna onda de corriente, y alguna gotera. Como no sabemos lo que nos vamos a encontrar, hinchamos la barca, que resulta estar pinchada. Nos adentramos en el agujero.

En ese momento se escuchan unas voces… Rolo y Su aparecen por el sendero.
Navegamos sin incidencias hasta la colada que obstruye, casi por completo, la galería. Al llegar a esta, encontramos un paso que permite evitar el sifón sin mojar la cabeza. Cruzamos la colada hasta la salita del fondo.

En el fondo de la galería inundada, un banco de arena y limo nos permite levantarnos fuera del agua. La gran colada arcillosa que baja de arenas se encuentra completamente seca. El agujero cantarín esta jalonado de una capa de espumas, al igual que todas las rocas del fondo. Al principio da la impresión de que traga. Después de observarlo con detenimiento, concluimos lo contrario.

De nuevo recorremos – a nado y vadeando- la galería inundada hasta el exterior. Allí, salimos de nuestros trajes de neopreno y nos dirigimos a la boca resurgencia de la Cueva de Vacas, que aunque se encuentra seca, ha dejado marcas y algunos charcos de haber soltado agua esta semana. Al llegar al gran embudo de barro, vemos que este se ha convertido en un gran lago. Para continuar deberíamos de ponernos el neopreno, así que vamos a probar suerte por la boca superior.
De momento, la hoya está completamente seca, pero la capa de sedimentos arcillosos que cubre el fondo ya aparece bastante húmeda. Nos acercamos a la cascada. Con ayuda de la maroma, destrepamos entre los bloques. Abajo se escucha el agua. Una oportuna repisa permite sortear, sin mojarse la primera piscina. Por debajo, un arroyo cantarín serpentea hasta inundar el canalón arcilloso. Proviene de la gatera a mano derecha. Nos introducimos por ella, sin poder evitar empaparnos, hasta la sala de los embudos misteriosos. Por primera vez, vamos a verlos en funcionamiento, algo que no resulta nada fácil debido al régimen hídrico del sistema, que es bastante dinámico. Con caudales superiores a los actuales, el sumidero principal de Vacas no da abasto y se produce la inundación total de la galería, por lo que la gatera se sifona. Con niveles algo más bajos, como la semana pasada, los conos no desbordan.
Una vez allí, contemplamos unos minutos la surgencia, y salimos hacia la galería principal. Continuamos por ella, aguas abajo. Progresivamente la galería se nos inunda. Ya vemos el tubo, pero resulta imposible continuar sin mojarse. Remontamos de nuevo hacia la hoya.
Nuestro siguiente destino es la boca de Piscarciano. Tal como pronosticaba Rolo, el agua llega hasta el mismo borde. El caldero de Piscarciano se encuentra lleno – o medio lleno -.


La incursión en la hoya termina con la recogida de todos los bártulos y la tarde en el bar con Tomás, ya que el frío en el exterior es insoportable. Ha sido una incursión breve pero bastante estratégica, que nos ha permitido descifrar algunos enigmas, y cambiarlos por otros enigmas nuevos. Concluiremos el fin de semana con una gélida noche en la hoya, una visita a la cueva de Valdeajos, y un fugaz recorrido por el valle del Rudrón y las Hoces del Ebro.