Al habla Jorge Tierno…

Tras el almuerzo en el TJ, me he propuesto realizar unos reconocimientos por el exterior y especialmente localizar por fin Cueva Canales. Así que desde la curva de Vallengua y tomando como referencia la pista rastreo el valle a medida que lo remonto. No encuentro nada fuera del fondo del cauce así que sigo pista arriba hasta alcanzar el páramo y con ayuda del GPS recorro el borde del mismo hasta el lugar señalado en el plano. Una línea de parapetos defensivos bordea la linde del páramo. Nada parece delatar la presencia de ninguna surgencia. Busco en torno al punto señalado en el mapa hasta agotar todas las posibilidades.

En un punto despejado, me asomo a admirar el Valle de Vallengua, bajo el que se ubica la Cueva de Piscarciano, y de repente aprecio en la ladera contraria lo que parece ser un agujero, del que sale un reguero de agua. Nunca había escuchado hablar de nada parecido, así que bajo de nuevo la ladera campo a través hasta alcanzar el eje del valle y la deteriorada pista que lo recorre. En el punto donde la pista cruza el punto más bajo del valle, las rocas del cauce se encuentran cubiertas de musgo, presentando un aspecto similar a las de la Surgencia de Vacas. La fuente que yo he visto desde arriba queda valle abajo en la margen contraria del rio pero este lugar resulta interesante así que remonto por las rocas hasta donde el cauce parece brotar de la base de la ladera. Un estrecho agujero de aproximadamente medio metro de diámetro y unos tres o cuatro de profundidad fácilmente destrepable conduce a un boquete horizontal. El agujero se encuentra cuajado de golpes de gubia y evidencia el paso de agua. Sin duda, he conseguido mi principal objetivo: encontrar Cueva Canales.

De acuerdo con los antiguos exploradores de la zona, la surgencia manifiesta un comportamiento intermitente, brotando el agua de forma artesiana en determinados eventos de lluvias o deshielos súbitos y pasando la mayor parte del año absolutamente seca; sin embargo debido a errores de localización no habíamos sido capaces de encontrarla hasta la fecha.

Limpio unos bloques inestables e inicio el destrepe a través del mismo. Enciendo el frontal y me introduzco por el boquete, que me conduce a una galería perpendicular, alta y estrecha, aunque cómoda, que se ciega a mi izquierda y se desarrolla a mi derecha. Se trata de un cauce activo como manifiestan las formas de erosión en la roca. Lo remonto varios metros hasta una sala con una colada, donde el meandro describe un pronunciado giro a la izquierda y termina por perderse en una estrechez de aspecto trifónico pero impenetrable. Hay agua en los charcos del suelo. Tras recorrer la parte que considero accesible, vuelvo al exterior, tomo las coordenadas y continúo el cauce valle abajo a tratar de localizar la fuente.
Siguiendo por la maltrecha pista, a escasos 10 minutos localizo el charcal, y un viejo murete de piedra con un hueco rectangular por donde brota la surgencia. Me asomo a la oquedad que no presenta continuidad. El agua parece brotar de un contacto entre dos niveles. El caudal que brota resulta comparable al de un grifo abierto, probablemente inferior a 10 litros por minuto. Esta limpia y fresca y presenta buen sabor. Cuando brota, prosigue su camino por el fondo plano del valle hacia el cauce cercano, sin embargo antes de llegar a él forma unos charcales y se sume en el terreno. En el cauce seco no se llega ni siquiera a identificar su aporte.

En mi descenso por Vallengua, me fijo en las marcas que el arroyo ha dejado en los campos que ocupan el fondo del valle. La corriente, que se ha desbordado de la limitada acequia por la que ha sido conducida entre la pista y las tierras de labor ha lavado de forma selectiva, erosionando en muchas zonas todos los materiales arenosos y arcillosos e incluso las piedras pequeñas, indicando velocidades de corriente de varios metros por segundo. Al discurrir a favor de la pendiente fuera de cauce y por un terreno diáfano, la corriente, acelerada por la falta de obstáculos y la viabilidad de las líneas rectas ha recuperado el control del fondo del valle excavando un lecho rocoso en mitad de los sembrados, algo que ya hemos visto también aguas debajo de la Surgencia del Trifón.

Tras alcanzar de nuevo la curva de Vallengua, remonto por la carretera aproximadamente 1 Km y me interno en una zona del valle que me resulta bastante desconocida. En descenso, me interno hacia la parte más profunda de la vaguada siguiendo lo que parece ser, al menos sobre el plano topográfico, un paleovalle. Al inicio del descenso la progresión por el lapiaz es bastante cómoda pero a medida que me interno en el valle, la vegetación aumenta considerablemente, haciendo complicada tanto la progresión como la detección y revisión del relieve en especial en las zonas más rotas. Las marcas de erosión vinculadas al paso de agua son prácticamente inexistentes.
Por fin tras algo más de una hora de paseo alcanzo las praderas que marcan el fondo del valle. En una de ellas, detecto algunos agujeros incipientes en el suelo, los cuales no resultan penetrables. Por fin alcanzo la pista y decido revisar el sumidero que marca la cota más baja de la cabecera del valle. Las hojas pegadas en el techo indican que éste debió de rellenarse completamente de agua, actuando efectivamente como sumidero. Incluso parece haberse reexcavado una parte al final del mismo.

Sorprendido y satisfecho, regreso a la carretera y pongo fin al fin de semana de exploración. Localizar Cueva Canales, cuyas coordenadas sobre el mapa topográfico distan más de 500 m de su posición real, no ha sido tarea fácil. El descubrimiento de la misteriosa fuente de Vallengua ha introducido un elemento nuevo en la ecuación. Por último, el aspecto del sumidero nos da una idea de hasta qué punto experimentaron variaciones los niveles freáticos en este sector de la hoya.