Participantes: Rodro, Lore, Lobo, Afri, Pollo y Jorge (yo). Fotografías de Lobo. Amplio y generoso apoyo logístico desde el exterior por lo más selecto del GEN al coincidir en la campa con el día de las familias.

Los días 9 y 10 de Septiembre, el GEN se reúne como cada año más o menos por estas fechas en las campas, donde generosamente nos acogen los vecinos de Hoz de Arreba. Pero un selecto grupo de ninphargusinos hemos decidido aprovechar la jornada del sábado para hacer una entrada (en esta ocasión sin dormir en nuestro querido vivac), por un lado para dar la bienvenida a dos nuevos exploradores y enseñarles la cueva (Lobo y Afri) y por otro para llevar a cabo unas tareas pendientes de reinstalación y de balizado.

Así que, tras una animada velada durante la noche del viernes, nos recogemos en nuestros respectivos habitáculos a soñar con pasillos estrechos e inundados, galerías blancas pobladas de flores y arrastraderos infestos que conducen a salas tan grandes que puedes perderte en ellas… en fin, nuestro querido Trifón.

Llevamos ya unos meses sin entrar hasta el vivac, en parte por dificultades en lo meteorológico (Ver la figura debajo)), y en parte porque hemos centrado nuestros esfuerzos en conocer a fondo la hoya por el exterior y tratar de localizar posibles entradas adicionales al sistema. De momento, nada reseñable salvo un pozucho de acceso complicado por la estrechez, próximo al Alto de la Hoya y con curiosos restos de antiguos y variopintos exploradores, que se vuelve impenetrable a unos 10-15 m de la boca, además de algunos agujeros ya conocidos, interesantes pero sin continuidad aparente.

El sábado amanece algo tormentoso. Creemos que puede caer algún chaparrón, pero no parece probable que diluvie. De todos modos, estaremos con el ojo puesto en el rÍo, que de momento se encuentra reducido a su mínima expresión y, como siempre, gélido.

Dejamos los vehículos en la campa y porteamos el material hasta la boca. Nos calzamos los trajes de pez, abrimos la maltrecha puerta  y una vez más nos adentramos en el pasillo inundado, que se encuentra bajo de caudal, tras un verano que, aunque empezó húmedo en Mayo y Junio, ha terminado en sequía casi total durante Julio, Agosto y Septiembre (Ver Figura Previa). Arrastramos pesadas sacas y algún bidón pero sin excesos. Utilizamos para entrar los pasamanos que nos permiten puentear el lago y el paso embarrado desde las alturas. En unas dos horas estamos en el vivac, donde nos ponemos ropa seca y hacemos una parada técnica y reparadora.

Nos dividimos en dos equipos. Lore, Afri y Lobo recorrerán parte del camino de vuelta para remontar hasta el sector Raices, y allí adentrarse hasta la espectacular Sala de las Raíces, que queremos balizar para limitar, en lo posible, su deterioro. Mientras tanto, Rodro y yo nos encargaremos de reacondicionar el siguiente tramo de pasamanos, que nos permitirá salvar desde las alturas un nuevo tramo de rio. Así que desandamos todos juntos el camino a los pasamanos y dejamos pasar al equipo que va a Raices. Nosotros avanzamos reinstalando por detrás.

La elevada humedad de la cueva unida a la pronunciada corriente de aire y los procesos continuos de carbonatación-decarbonatación convierten la cavidad en una sopa química en la que el acero y el aluminio, que a priori en un medio exterior no presentan problemas de compatibilidad, funcionan como un par galvánico. (Ver figura abajo). Esto provoca a efectos prácticos que la corrosión sobre el acero prácticamente se detenga, y en cambio sobre el aluminio se potencie y es una de las razones de peso que nos apremia a sustituir las instalaciones provisionales (en las que se mezclan ambos materiales al resultar por lo general los anclajes de acero y los mosquetones de aluminio) por definitivas (íntegramente de acero).

Cambiamos un par de anclajes del acceso al pasamanos principal, luego llegamos a la cuerda de bajada, sustituimos los anclajes provisionales del segundo pasamanos por relucientes parabolts M8 y M10, que nos conduce a un leve cambio de dirección del rio y una repisa más amplia, donde se nos termina la cuerda.  Allí avanzamos un tramo desfondado, pero lo suficientemente estrecho para avanzar sin usar de la cuerda; hasta que la repisa y el conjunto del desfiladero se ensanchan de nuevo.

Después de recorrer la repisa hasta su final por un inestable piso de bloques acuñados entre las paredes del cañón a 20 m del fondo y llegar hasta el final del mismo, donde teníamos instalada una cuerda de bajada, valoramos que esta zona es demasiado arriesgada como para convertirla en camino de paso habitual y decidimos instalar la bajada al río en el primer ensanchamiento, antes de que la repisa firme llegue a su fin y evitando los bloques inestables. Habilitamos unos breves pasamanos de acceso a la nueva instalación. Escuchamos a nuestros compañeros que ya están de regreso desde Raíces. Terminamos también nosotros la faena y nos juntamos de nuevo en el vivac, ya con idea de emprender poco a poco el regreso al exterior.

Aprovechamos para abrir algún bote estanco con comida y material y para comprobar en qué estado se encuentran las cosas que han ido quedando dentro. Una especie de macedonia fúngica de mohos multicolores puebla la ropa y sacos de dormir y amenaza con atacarnos a nosotros, así que optamos por llevarnos todo aquello que no está en condiciones al exterior, al menos para darle un lavado y comprobar su estado. Por suerte, ya nos encargamos en la última entrada de poner en orden el bidón de la comida y desechar todo aquello que tenía mala pinta u olor sospechoso.

Un breve café caliente… y toca emprender el regreso. Así, sin anestesia ni nada. A pesar de ser más corta la entrada, ese desagradable momento de calzarse el neopreno mojado y frio no desaparece. Emprendemos el regreso por los pasamanos, utilizando simultáneamente ambas cuerdas de bajada, lo que nos permite agilizar el retorno. Recorremos el tramo restante de rio, las gateras y la sala de los mosquitos y por fin, el pasillo inundado hasta la boca. Al llegar a la pista, encontramos al señor Pollo esperándonos con su furgoneta, donde cargamos los bártulos.

Con el anochecer recorremos de vuelta el camino a la campa, donde nos espera una carpa para protegernos del chaparrón, comida caliente, cervezas frías y un montón de amigos.

Ha sido una jornada, breve, pero productiva; hemos cumplido objetivos y hemos reacondicionado una zona estratégica del interior que nos permitirá agilizar las entradas, además de balizar la sorprendente a la par que delicada Sala de las Raíces. Además, hemos revisado al vivac y al material de dentro y tenemos a dos nuevos compañeros que acaban de conocer la cueva. Esperamos poder volver pronto, y esta vez a poder ser pasando la noche en nuestro querido vivac….